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Foto del escritorKia Bo Roiz

Lo antiguo

Actualizado: 19 ene 2018

Lo que escribí de los 20 a los 28 años de edad.


Lo antiguo tiene el poder de permitir que la fuerza creativa y la imaginación exacerbada y activa, salgan como volcanes que pueden arrasarlo todo. Estos primeros años de mi vida juvenil tuvieron el sabor del amor romántico, junto al eros contenido y la fuerza pulsional, de una amazona briosa que quería salir corriendo, pero que se encontraba atrapada en un portal de maderos, víctima de sus miedos y sus infiernos.


La pareja de la época tuvo que padecer un poco de ese aislacionismo obligado, que me recluía y me alejaba de todo y todos. Silencio, inercia y soledad vacía me acompañaron por un tiempo.

Aunque la mayoría pensó en un principio que debía casarme con un terrateniente, un hombre rico y de élite, ser modelo o reina de belleza, fueron los estudios sobre plantas, la anatomía del cuerpo humano, la música, el canto, la danza, la docencia y la escritura, lo que cautivó mi corazón.


El amor por la enseñanza y el ayudar a otros se impuso en mi camino, con tal carácter de obligatoriedad, que no me permitió insertarme en el hedonismo, la vanidad y el glamour que me correspondía vivir en ese momento.


Con el tiempo, pude reconocer que era una joven puer senex, una niña anciana, una chica con la juventud, la belleza, el cuerpo y la vida para comerse el mundo, pero con la mente científica de una anciana de 1830 años (siempre sonrío cuando afirmo esto).


Esa mente me protegió durante la edad más crucial de mi vida, de caer en los erróneos caminos que propone la ambición, el amor al dinero, el sexo desaforado o los malos consejos, que a veces suelen darse en compañía de amigos falsos e inadecuados.


Esa mente me obligó a sumergirme de manera compulsiva entre los libros, la soledad llena, el autismo, así como el silencio placentero que acompañó mis largas horas de lectura y mis viajes solitarios por América Latina.


Aunque todavía en mis 27 años seguía siendo silenciosa, y sólo hablaba de manera ininterrumpida con mis dos mejores amigos (Cristiam Gómez y Leslie Sarmiento), guardaba dentro de mí, grandes cantidades de energía y furia interior que no sabía como transmutar. De ahí mi pulsión vital por la lectura. Ya que buscaba respuestas a mis necesidades interiores.


Trataba de comprender mi naturaleza amorosa, ensuciada por la ira, el dolor y el odio que sentía hacia mi misma. Emociones negativas y hostiles que habitaban como intrusos impertinentes que no habían sido invitados a mi casa de vida, pero que se habían instalado y arraigado dentro de mí.


A esa bella edad ya había formado parte de un grupo de música gospel en el cual cantaba. Ya había grabado un demo que se había vendido como pan caliente en Miami, pero que el tiempo y los sueños de la época diseminaron por el aire.


Había viajado a París a estudiar ballet, y había regresado a estudiar teatro con Sergio González en el Teatro Acto Latino. Había tomado unas cuantas clases de ballet con el bailarín y maestro Guillaume Zacharie en Colombia. Ya sabía inglés, francés, griego y latín antiguo.


Ya había estudiado Filología e Idiomas en la universidad Libre, un diplomado en Antropología cultural y una maestría en Relaciones internacionales en la Universidad Javeriana.


A esa edad, ya era docente universitaria, Coordinadora del área de comunicación del programa de Comunicación social de la Universidad Cooperativa, y Coordinadora en Barreras histórico culturales en los procesos de integración para el CESI, en la Facultad de ciencias Políticas de la Universidad Javeriana.


Pude viajar por los seis países de la cuenca amazónica (Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil y Venezuela) como investigadora en obstáculos culturales al proceso de integración.


A esa edad, estaba observando la dinámica emoción-economía que impedía que las comunidades accedieran a la prosperidad económica.


Pasaba mis tiempos de descanso, luego de los viajes, investigando y trabajando en proyectos sociales para el PEN Internacional y la Universidad de los Andes, dictando cátedras en algunos colegios privados, y entre las universidades Distrital, UCC y Javeriana.


En medio de los avatares y las vicisitudes que tuve que afrontar en mi época de juventud. En ese breve instante de tiempo, se fusionó la vida de una adolescente joven con la de una mujer adulta a muy corta edad.


Por lo anterior, los artículos, conferencias y libros publicados que leerán a continuación, forman parte de la mente escópica, perspicaz y multidimensional que me ha acompañado, como un don y un regalo del cielo, a lo largo de toda mi vida.

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