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KIA BO ROI

presentA APARTES DE su libro

LLEVADO A PODCAST,

STREAMING E IMPRESOs

EN 2023 y 2024.

KIa,

la pequeña niña buda

y

su aleteo

de Colibrí azul: 

Aeternitas ad infinitum

(Hasta el infinito y la eternidad). 

Las (12) doce llaves de la prosperidad en medio de la adversidad.

 

 

 

 

 

 

 

APARTE I-2 DEL LIBRO

Otoño I (Dioniso-El toro).

¡Convirtiéndome en el héroe

Perseo de sandalias aladas

¡Cuando se está en el agujero negro de la ira!

 

El mundo no es como lo vemos, el mundo es como nosotros somos.

Tomado del Talmud, el libro sagrado de los judíos.

 

Somos producto de la herencia epistémico-científica del mundo occidental, más allá de lo que nos gustaría admitir.

El modo en el que hemos aprendido a pensar, muchas de nuestras formas de concebir el entorno, procesar información y relacionarnos con los otros, se basan en los mismos modelos científicos, utilizados por la física newtoniana, baconiana, y por el discurso de René Descartes del Cogito ergo sum: “pienso, luego existo”.

Estos constructos epistémicos han influido en el modo en que nuestra mente describe el mundo material: Como un bloque sólido e inmutable, que posee una serie de reglas que regulan su funcionamiento.

 

De la misma forma en que concebimos, desde el siglo XVII el planeta que habitamos; de este mismo modo concebimos los sistemas organizacionales, las relaciones sociales y nuestros cuerpos: como organismos mecánicos, que tienen experiencias en términos de espacio tridimensional y tiempo lineal (Brennan: 1990:17).

 

El universo de conocimiento ha cambiado en la actualidad. La física cuántica y la teoría de los hoyos agujeros de gusano (Hawking), la teoría de la relatividad especial (Einstein), la teoría de cuerdas y la teoría M (Kaku), la cibernética y la teoría de los campos energéticos (Faraday y Maxwell), entre otras áreas del conocimiento.

 

Lo anterior, ha llevado a la comunidad académica y científica actual a la comprensión que el universo, tal y como ha sido concebido desde hace siglos, ha cambiado radicalmente para no ser el mismo nunca más.

 

De manera continua e imparable, el movimiento cíclico y multidimensional del universo nos sobrecoge con una nueva consciencia: Que en nuestra mente se encierran todos los poderes y las potencialidades.

 

Que toda la luz y la sombra habitan en cada ser humano como una herencia plural. Pero nos falta el entrenamiento y la habilidad práctica para hacer consciencia del universo que hay en cada uno de nosotros.

 

Somos felicidad o tristeza, salud o enfermedad, en tanto entendemos que “se es lo que se ha elegido ser”.

 

Cada individuo es dueño de su propio destino, y ese porvenir trazado, se encuentra determinado por lo que cada uno piensa, consciente e inconscientemente. Es desde esta lógica, que el mundo no es como lo vemos, sino como nosotros somos.

 

Los hilos de pensamiento:

El espíritu invisible del corpus etnobiocultural de las emociones.

Los hilos de pensamientos navegan por nuestra mente. Son ellos quienes influyen en nuestro accionar, y sin lugar a dudas, son quienes participan en los procesos de filtración, análisis, interpretación y selección de la información.

En el momento en que cada individuo amplía su campo de percepción, puede escuchar atentamente la forma en que los hilos de pensamiento se comportan: Como organismos vivos que operan bajo procesos biológicos, y que posteriormente pueden llegar a dirigir y dominar la memoria emocional del cuerpo de cualquier individuo.

 

Los hilos de pensamiento movilizan información por nuestra memoria emocional. La información emocional es almacenada en el cuerpo físico de manera múltiple, y a velocidades inimaginables.

 

En este sentido, las emociones y los hilos de pensamiento se constituyen en los motores que nutren el comportamiento biológico (corporal-emocional-mental-sensitivo) y cultural (hábitos cotidianos- modo de relación e interacción social)- de cada individuo.

 

De igual modo, emociones e hilos de pensamiento alimentan nuestra cotidianidad a nivel intra, interpersonal, familiar, bien sea en el ámbito político, económico o social.

 

Por ello, uno de los objetivos principales de este estudio es ubicar el proceso de autoobservación, como un lineamiento metodológico a seguir, en cualquier propuesta que se diseñe en torno a la disminución de la ira y los índices de violencia, a la asertividad para seleccionar hilos de pensamiento que manejen ratas vibratorias emocionales elevadas y permitan tomar mejores y más acertadas decisiones, en la disminución de los índices de pobreza y la elevación de los índices de prosperidad económica, bienestar y calidad de vida, así como a la consecución de la reconciliación y la paz.

 

Bien sea que se comience la tan anhelada era del post conflicto a nivel nacional, en Colombia. O bien que se diseñen propuestas en torno a la disminución de los índices de violencia, en cualquiera de sus formas, a nivel individual o colectivo, en el ámbito local, regional, nacional e internacional.

 

Ésta pequeña pero útil herramienta, llamada autoobservación la posee cada ser humano. Su uso posibilita la expansión de una mayor consciencia emocional, mental y corporal.

 

El proceso de autoobservación individual permite comprender de qué manera los hilos de pensamiento forman parte de lo que denomino el corpus etnobiocultural de la ira.

 

Este corpus, junto a las emociones, influye en nuestros hábitos cotidianos, condiciona nuestras adicciones, moldea nuestras relaciones con los demás y determina en muchas ocasiones, las decisiones que se toman a diario a nivel personal, familiar, social, económico o político.

 

Aquí vale la pena recordar, que en muchos momentos de nuestra vida nos encontramos ante una circunstancia parecida a la de Sísifo. El antiguo personaje mítico griego condenado, por Zeus, a cargar eternamente una gran piedra sobre sus espaldas hasta la cima más alta de la montaña.

Sísifo repitió este viaje de manera infinitesimal, una y otra vez, como parte de la maldición lanzada por el Dios Zeus.

 

Evitar escuchar nuestra voz interior, no querer ver, así como evitar la posibilidad de aprender sobre nosotros mismos mediante la autoobservación, nos condena a repetir el viaje de transportar sobre nuestra espalda, la gran piedra de nuestros errores una y otra vez, al igual que Sísifo.

 

En ese instante, nos autocondenamos ineluctablemente a lo peor: “A repetir las tragedias como tragedias”, tal como lo diría Eduardo Galeano en uno de sus poemas, escrito en el Libro de los abrazos.

 

Las emociones y los patrones de comportamiento:

Herramientas del corpus etnobiocultural de la ira

 

Amor, felicidad, alegría, tristeza, envidia, ira u odio son emociones que, dependiendo del procesamiento que cualquier individuo haga de cada una de ellas, le permitirá actuar acorde a la situación, de manera negativa o positiva.

Por esta razón, cualquier emoción procesada inadecuadamente puede determinar en un instante, el modo de comunicar información en el lugar de trabajo, el modo de ser asertivo/a en la toma de decisiones, la forma en que manejamos nuestras relaciones sociales, laborales o la posibilidad misma de conservar el propio empleo.

Los patrones de comportamiento junto a los hilos de pensamiento, considerados en este trabajo como un corpus etnobiocultural de orden biológico. Ya que posee procesos de carácter fisiológico, emocional y mental.

A su vez, se transforman en patrones culturales, que por repetición de los hábitos cotidianos, se constituyen en lo que denomino: El corpus etnobiocultural de la ira.

Éste es en realidad, un arsenal de microhábitos, patrones fisiológicos, conductas emocionales y mentales, de orden biológico, gestual y cultural, que se fusionan y comportan como un organismo vivo en el cuerpo de cualquier ser humano.

Éste corpus biocultural es, en parte, el responsable del modo en que cualquier individuo, sea niño(a) o adolescente, hombre o mujer joven, adulto o anciano(a), en un determinado momento, puede pensar, hablar, actuar y reaccionar a diario, a la sombra de la emoción de la ira y la ultraviolencia.

De igual modo, la repetición continua, de este corpus biocultural, es procesada por la mente y el cuerpo como un grupo de microhábitos que se incorporan en el cuerpo físico, emocional y mental del individuo, haciéndole pensar que éste forma parte de sí mismo.

Cada uno de estos microhábitos influye directamente en la generación de enfermedades. Éstas se dan en el plano físico, mental, emocional, espiritual, medioambiental y social a escalas más amplias.

 

De este modo, enfermedades fisiológicas tales como el cáncer, gota, lupus, sida, enfermedades cardíacas, coronarias, trombosis, embolias, isquemias y derrames cerebrales entre otras, pueden devenir a consecuencia del manejo inadecuado de la ira y de una forma contenida de la misma, conocida por todos como: “La tensión o el stress”.

 

De otra parte, las agresiones físicas, psicológicas, las agresiones con ácido en el rostro o el cuerpo, la violencia intrafamiliar, la violencia sexual infantil y de género (machismo y feminicidio); la tristeza, pereza, baja autoestima, depresiones extremas, obsesiones y suicidios; la alta dispersión, la locura; la envidia y la práctica de la brujería; las adicciones al alcohol, las drogas, el cigarrillo y la adicción al sexo; el sadomasoquismo, la coprofilia, la necrofilia, la pornografía infantil y la pedofilia, entre otras, pueden ser consideradas como enfermedades emocionales, mentales y del alma.

 

Cada una de ellas conforma un corpus biocultural distinto, y hermanado con los patrones de la ira, que iniciaron su sintomatología en ese vórtice común a todos.

 

En ésta misma línea se encuentran el voyerismo por el cine gore y el placer de ver videos o películas en los que se presencia la muerte cruel y el asesinato de animales o personas.

 

A nivel social, la radicalidad, intolerancia y asesinato literal o figurado (el bullying laboral y en escuelas, que ya prefigura la tendencia, en las víctimas al suicidio; y en los victimarios a la confabulación y el asesinato).

 

En el ámbito político se vislumbra el arquetipo del hombre/mujer político(a) que manipula, según su propio beneficio, de manera calculada, tranquila y metódica.

 

Éste nuevo sujeto político(a) que usa la propaganda negra mediante la mentira y el engaño, y que aprende la destreza de esparcir rumores malintencionados, estratagemas discursivas o mediáticas (televisión, prensa, radio, internet), así como confabulaciones y creación de realidades paralelas, falsas o alimentadas por la distorsión y falsación de información.

 

Este homo sapiens sapiens contemporáneo se asume, desde su vanidad y megalomanía, como un ser frío, deseoso de poder, lleno de estrategias, bipolar y psicópata, que usa su inteligencia con una sonrisa, mientras establece nuevas formas de crueldad: Aparenta el bien común, a medida que ejecuta el mal en lo oculto. Cada una de estas formas de odio, así como la construcción de este hombre/mujer arquetípico(a), alimenta la crueldad, la maldad, y se originan en la ira.

 

A nivel medioambiental, el lanzamiento de basura en las calles de pueblos, corregimientos, municipios y ciudades cabecera; la extracción de recursos naturales al destruir de manera irresponsable la tierra, el subsuelo, los nacederos de agua, los ríos y las cuencas hídricas.

 

La contaminación del aire (humo y sustancias tóxicas producidas y expulsadas por chimeneas domésticas, industriales, vehículos, así como el uso del cigarrillo).

 

La construcción desmedida de edificios en lugares considerados de reservas acuíferas o zonas consideradas como humedales. La contaminación de las aguas y su nacimiento en las montañas.

 

A lo largo y ancho del planeta, la tala de bosques, el abandono, la masacre y el asesinato de animales domésticos y exóticos en ciudades y bosques.

 

La masacre de tigres, guepardos, shitas, leones, osos polares, elefantes, chigüiros, delfines rosados, ballenas, tiburones, atunes, y peces de toda clase.

 

Desde una mirada más amplia, la prolongación de la ira se extiende hasta nuestro hábitat y se constituye en una forma de odio hacia nosotros mismos.

 

Contaminar y hacerle daño tanto a los animales, plantas, bosques, o al agua en todas sus formas, son métodos estilizados y no tan sutiles, de autoeliminación sistemática y autosabotaje del espíritu humano, y de lo humano que queda sobre la tierra, en cada uno de nosotros, y a nivel local y global. 

 

Lo anterior lo denomino, en su conjunto como, prácticas de ultraviolencia. Esto conlleva en los casos más extremos a la antropofagia (en sentido lingüístico y literal) y a la psicopatía cultural colectiva, de carácter individual y colectivo, entre otras.

 

Cada una de las prácticas enunciadas son hijas de la ira. Cada una de ellas nace, en el corazón y la mente humana. El anidamiento de la ira engendra el odio y por ende la crueldad y la maldad.

 

El corpus biocultural de la ira, al comportarse como un organismo vivo de origen biológico y cultural, puede traspasar cualquier escenario, grupo humano o individuo.

 

Del mismo modo, imita las características de un virus contagioso, que puede provocar una enfermedad social a nivel colectivo.

 

Éste a su vez, al hallarse dentro de cualquier comunidad, se comporta de igual modo que la enfermedad somática en un sujeto, ya que su manifestación orgánica en el plano físico puede ser considerada como un mensaje que nos transmite el propio cuerpo (Brennan: 1990:19). -Aquí me refiero al cuerpo social analogado con el cuerpo humano-. Por lo general, a este último no lo escuchamos, contribuyendo así a una crisis mayor.

Al hablar de la ira, ya no como una mera emoción controlada por hormonas tales como la norepinefrina y la noradrenalina; se hace innegable establecer que este corpus necesita ser analizado con otros ojos.

Pues éste se ha constituido en una enfermedad individual, social y por ende, cultural, que deviene en la perpetuación de la ultraviolencia y la psicopatía cultural colectiva.

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