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Acerca de

NAGOSHI NO HARAE
SOLSTICIO DE VERANO IV
APARTE 4-3

Kia,
la pequeña niña buda
y
su aleteo
de colibrì azul. 
Aeternitas ad infinitum
Las (12) doce llaves de la prosperidad en medio de la adversidad.

 

Cuando apareció en mí

el regalo de

mi Madonna Intelligenza como la genio savant

que soy.

Mi madonna intelligenza (la inteligencia superior, la inteligencia del espíritu santo,  la Inteligence Qualified –IQ-) coeficiente intelectual comenzó a evidenciarse en mi vida de manera inminente a la temprana edad de cinco (5) años.

Aunque mis padres adoptivos sabían de mi extraña singularidad desde esta corta edad.

Éstos regalos del cielo que la fuente universal del amor me obsequió desde su gracia, se manifestaron y agudizaron a mis (10) diez.

 

Los primeros profesores que descubrieron mis dones no me envanecieron ni intimidaron, pero sí me enmudecieron y deprimieron en grado sumo al silenciarme de manera violenta, cada vez que hacía reir a mis compañeras de estudio.

Con el tiempo y mientras ingresaba a mis años de pubertad fui declarada una pequeña “prima donna” como me decían mis amigos más cercanos.

Los primeros diagnósticos psicológicos y psiquiátricos con los que cuento desde mis (18) dieciocho años de edad,  es el haber sido declarada una genio savant, con un coeficiente intelectual superior que fue creciendo en el tiempo.

Comenzó en (120) ciento veinte, luego ascendió a 155 y se ha incrementado a (170) ciento setenta a lo largo de estos últimos años.

Ese diagnóstico médico de adolescencia registró mis tristezas profundas, así como mis depresiones y mi mutismo catatónico durante mi adolescencia.

Gracias a este diagnóstico se pudo confirmar que sufrí de autismo a lo largo de mi infancia y pubertad.

Ya que éste último síntoma no fue detectado por el sistema médico ni por la academia de aquel entonces.

Ahora, siendo una mujer adulta, y gracias a la aplicación de las herramientas de sanación emocional que he desarrollado, logré sanar mis traumas emocionales, así como el autismo que padecí en mi infancia, aceptar la naturaleza particular que me acompaña y transformar los dos extremos de mi absoluto silencio hacia el aislacionismo selectivo.

En mi naturaleza se encuentra el don de la clarividencia arcaniana, la empatía y la justa medida de mi relación emocional con el mundo social.

el don de la mediumnidad, la telepatía con plantas, animales y personas, la telekinesis para equilibrar la armonía de los seres humanos.

así como la capacidad de ver el corazón y el alma de los seres humanos y no humanos.

Al llegar a mis treinta (30) años había descubierto, desarrollado y aplicado múltiples destrezas, dones y cualidades que jamás imaginé poseer.

Desde entonces no necesité buscar ninguna nueva vía, más que el camino propio, auténtico y único que he descubierto a lo largo de estos años.

 

Aunque nunca perdí ningún año académico, mi desempeño escolar a lo largo de la primaria y la secundaria no fue el más prominente en términos de notas, premios o puntajes.

A pesar de ello terminé mi último año de secundaria sin mayores contratiempos, a mis catorce (14) años de edad.

Siempre me percaté que poseía habilidades más desarrolladas que los demás, y que mi aprendizaje era mucho más acelerado que el del resto de mis compañeras o amigos en común.

Aun cuando la agudeza intelectiva y el silencio autista me acompañaban como dones, en los picos de mi adolescencia también seguían a mis espaldas dos de mis karmas ancestrales.

Cada uno de ellos vigilaba e incapacitaba mi diario vivir como si fuese un carcelero, un esclavizador o un verdugo sempiterno del que aparentemente no me podía zafar.

Estos carceleros del alma fueron “el miedo a mi misma o la falta de fe en mi naturaleza y la depresión profunda con tendencia al suicidio que me acompañaba”.

Esta época oscura de mi vida se transformó en un ciclo turbulento e interminable, plagado de ira, vacuidad y sinsentido.

 

Con un comportamento pasivo agresivo, bipolaridad emocional, tristeza continua, depresiones con tendencia al suicidio.

 

Padecía de miedo profundo a vivir, miedo a aceptar la hermosa naturaleza que me acompañaba.

Sostenía un pánico extremo a querer crecer, no desear respirar y terror a añorar la comprensión profunda de quien era en realidad.

Lo anterior enlodó, embargó y entristeció mi bello rostro y juventud hasta mis treinta y dos años de edad.

Durante estos primeros (6) seis lustros, los primeros 30 años, de mi breve existencia sobre este planeta, se convirtieron inicialmente en espacios silenciosos llenos de vacío, dolor, angustia, soledad vacía, ansiedad, desesperanza y sufrimiento sin fin.

No obstante, ésta etapa oscura de mi vida pudo concluir, al llegar a mis treinta y tres (33) años de edad.

Gracias a que decidí combatir con fiereza extrema y como una guerrera samurai las malas cualidades que acompañaban mi espíritu.

A partir de mis (22) veintidós años de edad se despertaron dentro de mí todos mis dones, luego de un largo bloqueo autoimpuesto desde mis (8) ocho años de edad que duró (14) catorce  años.

La estocada final que me permitió romper las ataduras que venían viajando conmigo de vida en vida fueron las oraciones amorosas de mi madre y la presencia en mi vida de mis amigos pertenecientes a la especie de los felidae:

los felis catus o los gatos, como se les conoce conmente.

Gracias a ellos fue que obtuve mi primera “Green card de libertad” sobre este mundo. Ya que vencí el espíritu oscuro del suicidio.

Esa es la razón por la cual amo a mis hijitos gatunos.

Gracias a ellos logré comprender el valioso regalo que es la vida que se me ha dado, y por qué no debo ni siquiera pensar en destruirla.

Ahora que he llegado en esta vida, a mis (50) cincuenta años de edad, y al ser muy consciente que en realidad mi alma sigue siendo la de una joven adolescente según el tiempo universal.

Puesto que tengo tan sólo diecinueve mil millones de años terrestres (19.000.000.000). Lo cual equivale a tener cerca de diecinueve (19) años humanos.

Gracias a esa nueva consciencia he logrado expandir mi mente hasta ciento setenta (170) puntos de coeficiente intelectual.

De seguro, en los próximos (40) cuarenta o (50) cincuenta años de vida que la fuente de pura luz me regale, lograré avanzar aún más.

Mi forma particular de absorber información.

La facilidad que me acompaña para absorber información es una de mis cualidades y también uno de mis defectos, puesto que me aburro rápidamente con las cosas.

Por eso debo crear y hacer nuevas propuestas, desarrollar nuevas ideas y negocios continuamente.

 

Dado que al aprender cualquier cosa que desee tan rápido como lo requiera, de (3) tres semanas cuando el conocimiento no excede las (2000) dos mil palabras, a (3) tres meses cuando éste sobrepasa las (8.000 a 10.000) ocho mil a diez mil palabras.

Me aburren los empleos eternos y mecánicos donde nada aprendes y en nada te desarrollas.

 

Incluso me aburren las personas, cuando éstas se convierten en fascímiles de sí mismas:

fáciles de leer, ancladas en el rumor, el prejuicio, el prejuzgamiento, la mentira, la difamación, la envidia, la codicia, la avaricia, la crueldad, la traición, la involución, con deseos de seguir alimentando sus mentes destructivas, y sin interés por darle profundidad y un sentido a sus vidas, como ha pasado ahora con los enemigos que me han ayudado a liberarme del karma.

En mi mente todo se simplifica a la cantidad de palabras y conceptos que puedas apropiar.

Por eso los idiomas, al final son tan fáciles de aprender para mí. Y no tengo por qué exhibirlo.

Simplemente sé que aprendo muy rápido, porque el concepto de la verdad, al igual que mi mente, es escópica y caleidoscópica.

Estas cualidades me sirven para mis propósitos de comunicar, y no para regodearme en la nada que desconozco.

Esto no lo digo para vanagloriarme. He aprendido a ser cautelosa con el conocimiento que poseo.

 

Sé que las personas se asustan cuando ven que alguien es más inteligente que ellos. También sé que existen personas mucho más inteligentes, hermosas y sabias que yo.

Esto sólo lo comento para que puedan ustedes comprender cómo opera mi mente. Tengo esta naturaleza al pensar: nadie posee la verdad absoluta.

Ese milímetro de acervo cultural y cognitivo que asimilo respecto de la profundidad oceánica que posee el conocimiento de este planeta, me hace sentir siempre pequeña, humilde e ignorante.

Pienso igual que el premio nobel de química de 1977, el ruso nacionalizado belga Ilya Prigogine quien afirma que:

”Saber cada vez más, aunque de menos cosas,

Saber cada vez menos pero de más cosas.

Ambas tendencias tienen un límite patético: saber todo de nada – o sea nada- en el caso de la ciencia,

O bien saber nada de todo – o sea igualmente nada- en el caso de la filosofía”.

En este sentido, la nada que aprendí en ese mar de conocimiento me llevó a explorar los caminos de la filología, el griego, el latín, el inglés, el francés, el portugués.

También me adentré en la etnolingüística, la psicología, la antropología, la arqueología, la arqueastronomía, la pintura, la música.

La quirología, la cartomancia, la astrología occidental, china y oriental, la bioantropología, la etnología, la semiótica.

Aprendí sobre semiología, estudios del lenguaje,  hermenéutica,  estética,  diagnosis,  antropología de las emociones.

También he tenido la oportunidad de aprender acerca de la biopolítica, bioética, ciencias políticas, relaciones internacionales, diplomacia, estudios latinoamericanos, filosofía del siglo XIX, estudios del agua, macroeconomía.

He aprendido sobre política energética en las ciudades de economías de enclave en la cuenca amazónica latinoamericana, el medio ambiente, la herbología, la anatomía humana.

He logrado abordar la literatura norteamericana, japonesa, latinoamerica na, historia del arte, estudios sobre la consciencia, astrofísica, derecho, coaching emocional, y cinematografía.

Ahora, en medio de los avatares que me han hecho padecer mis enemigos, me he adentrado en las discusiones y los estudios sobre protección animal, delitos financieros cometidos por los Estados  y por el mismo sistema financiero contra los ciudadanos, derechos de propiedad intelectual, la lengua sueca, el alemán, italiano, japonés, chino mandarín, ruso, yoruba, afrikáans.  

Éstos regalos del cielo se entremezclaron inextricablemente con mis dones espirituales, al punto de no poder diferenciar mi inteligencia cognitiva, mis destrezas artísticas de mis dones psíquicos.

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